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ARQUITECTURA Y PAISAJE
 - Entrevista a César Ruiz-Larrea

La arquitectura moderna ha ignorado a menudo las relaciones con el paisaje y, en general, con el ambiente natural y en no pocos casos esa indiferencia se convirtió en desdén o agresión ¿cuáles han sido en su opinión, las razones de esos problemas?.

Efectivamente, cuando se hace esta afirmación, creo que también resulta conveniente analizar las razones o causas de este problema. Hay razones de índole económico y desde luego, también de tipo cultural.

Económicas: porque tras la Segunda Guerra Mundial se produjo un desarrollo económico bestial en los países del primer mundo, situación que vino impulsada por un desarrollo tecnológico tremendo, lo que ha ocasionado un aumento en el desarrollo del patrimonio construido, impensable en la humanidad de los últimos siglos.

Por otra parte, desde un punto de vista cultural, en la raíz de las vanguardias del siglo XX, se asentó la idea que el progreso y los avances de la tecnología suponían reinventar un hábitat nuevo para el llamado “hombre nuevo”. Así, aquel optimismo en el modelo tecnológico, se mitificó a tal punto que creó sus propias reglas culturales, desarrollando los movimientos vanguardistas de los años 20 y 30 una gran arrogancia y nuevas tipologías usadas indiscriminadamente como herramientas especulativas por determinados sectores sociales.

Ello, en su conjunto, generó mejoras en el equipamiento de las viviendas y el estándar de vida en general, si bien con graves consecuencias para el verdadero hábitat del hombre: el medio ambiente y con crecimientos desordenados y un abuso de los recursos energéticos.

Sin embargo, en la cultura arquitectónica de los últimos años han ido adquiriendo creciente importancia planteamientos que tratan de articular e integrar arquitectura y paisaje, el medio construido y el medio natural ¿qué aspectos destacaría de este proceso?.

Esto coincide con un despertar de la conciencia ecológica, que surge a principios de la década de los 80 y que probablemente esté en su momento de mayor apogeo.

Creo que asistimos a un momento de profunda metamorfosis, en que se produce una nueva sacralización de la naturaleza que nos obliga a redefinir unas nuevas relaciones con ella. Esta nueva sensibilidad es quizá una de las más esperanzadoras novedades intelectuales para el siglo XXI. La ecología, el medio ambiente, el bioclimatismo, el culto al cuerpo, tienen que ver con la demanda de esta nueva sensibilidad. La arquitectura, como medio de expresión del hombre, debe aprovechar esta nueva corriente y encontrar en ella referencias precisas para su realización. Esto supone integrar formas, materia y energía, elementos que hasta ahora eran tratados por separado, a través de técnicas independientes.

Nos parece interesante insistir en uno de los aspectos que usted acaba de destacar: posibilidades y ventajas de una “arquitectura bioclimática”, o de una “ecoarquitectura”, ¿podría añadirnos algunos datos más en este aspecto?.

Conviene entender al bioclimatismo, conforme a su raíz etimológica griega: bio: vida y Klima: que se refiere a la inclinación del sol en un lugar determinado del horizonte. Esto ha de entenderse no desde un punto de vista localista o popular, es decir no como la búsqueda de la arquitectura vernácula, la casa típica, etc... sino reconociendo las bondades y experiencias que tenían ese tipo de construcciones, pero incorporando las ventajas que hoy pone la tecnología a nuestra disposición, sabiendo utilizarlas en beneficio del ser humano, donde el medio ambiente ocupa un lugar fundamental. Ello supone elegir materiales reciclables, que dichos materiales guarden una relación armónica con el lugar geográfico donde se va a construir; aprovechar energías limpias, como el sol, el viento o el agua, en un concepto global: es decir, no sólo como elementos que aportan energía a la tecnología de la vivienda sino, como parte integrante de la forma que el arquitecto da a la vivienda.

Frente a esto, la arquitectura comienza también a reaccionar. Aparecen elementos nuevos que deben ser apreciados por esta disciplina, siendo necesario redefinirla ya no sólo desde el aspecto estilístico, sino también desde su aspecto funcional, como una nueva relación de uso entre los espacios. Esto se traduce en la práctica, en desarrollar arquitecturas sostenibles pero en ir más lejos de justificar el ser bioclimático por el hecho de poner a arquitecturas vulgares “prótesis” bioclimáticas o de indicar en torpes secciones constructivas unas flechas de colorines para indicar un posicionamiento tan banal.

Pienso que estamos antes un reto que tiene que ver con definiciones de nuevas geometrías, hoy viables por los instrumentos informáticos que manejamos, nuevas soluciones espaciales basadas igualmente en el avance de la información y sobre todo del intercambio de la misma, en cuestiones que tienen que ver con la flexibilidad, el cambio, la incorporación del tiempo como un vector complementario al espacio, buscar en suma, la coincidencia espacio-temporal que el hombre ha perdido en su desorientada percepción de finales de siglo, donde es más importante parecer que ser.

En su actividad profesional ha desarrollado varios proyectos con esos planteamientos proyectuales bioclimáticos ¿podría hablarnos de algunos de ellos?.

Desde mis comienzos como arquitecto, tuve la oportunidad de hacer un doctorado en energías alternativas, en un momento en que esto no estaba de moda. Siempre sentí un gran interés por la naturaleza y su relación con el hombre, en cuanto herramientas de observación y de conocimiento importante. A partir de los años 80, he estado trabajando en proyectos medioambientales, de arquitectura bioclimática, etc... Esta experiencia se traduce en una mayor aplicación del sentido común en la arquitectura, una nueva forma de entender el paisaje y el lugar donde estás trabajando; armonizando materiales con los propios elementos que ofrece el lugar, buscando los estratos del mismo, incorporando las tensiones que el paisaje ha ido decantando en el paso del tiempo, su memoria, etc.

En la actualidad, estoy trabajando en un proyecto que ganó un primer premio internacional de arquitectura bioclimática. Se trata de la primera urbanización con estas características en España, que se está llevando a cabo actualmente en Canarias, así como un Centro de Visitantes donde el viento es la energía que conforma el edificio, además de algunos otros proyectos.
Para finalizar, desearíamos abordar un tema relacionado con el objeto central de nuestra revista: los Parques Nacionales, parques naturales y áreas protegidas en general, requieren en muchas ocasiones la inserción de nuevas edificaciones como: albergues, centros de interpretación, museos, centros de investigación y diversos espacios públicos ¿con qué criterios cree que deberían realizarse? ¿Podría contarnos alguno de sus proyectos, como el Museo realizado en el parque Etnográfico de Tenerife?.

A mi juicio, lo importante es no alterar aquellos elementos que tienen que ver con la poética del propio espacio natural. Normalmente cuando al arquitecto se le pide intervenir en un contexto no urbano, ha de ser cuidadoso con aquello que constituye la esencia de un Parque Nacional o de un área protegida, es decir: aquellas percepciones, olores, coloridos, el silencio, etc... Si estos elementos son considerados por el arquitecto, entonces podrá ser entendida como integrada perfectamente en el paisaje.

Por otra parte, creo que no se trata de hacer cabañas rústicas, para que estas se entiendan incorporadas al medio natural. Todo lo contrario, creo que deben plantearse perfectamente una arquitectura de vanguardia, pero en la medida que la tecnología y los materiales que se utilicen sean capaces de valorar el lugar.

Hoy, los Parques y el medio natural en general, se enfrentan a un enorme desafío ante el aumento de visitantes. En cuanto al tema de accesibilidad y el ocio en Parques Nacionales y áreas naturales, creo que la arquitectura puede perfectamente estar al servicio de la protección de un Parque. De este modo, si bien nos enfrentamos a un reto enorme ante el aumento de visitantes, ello puede ser solucionado, no impidiendo el acceso de los mismos, ya que es un bien de uso público, sino sabiendo organizar su uso.
Me gustaría acabar con una aspiración personal: que los Parques no se acaben en sí mismos, sino que se prolonguen hacia el ámbito urbano, fomentando la creación de áreas verdes y la recuperación en la ciudad de este paisaje, de tal manera que no tengamos que vivir la antinomia ciudad-campo, sino que con las técnicas que poseemos podamos construir parques naturales dentro de nuestras ciudades.