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El diseño del edificio parte de una malla o matriz energética configurada a partir de la trayectoria solar, la geometría urbana y la orientación de los vientos dominantes de la zona favoreciendo la permeabilidad del edificio al viento fresco de “La marea”. La matriz traduce geométricamente las solicitaciones energéticas del entorno, originando una malla que permita moldear espacialmente el edificio. Aplicada sobre el volumen máximo capaz del edificio dicha malla origina una MATRIZ ENERGÉTICA ESPACIAL, capaz de resolver en su entramado tanto la piel del edificio como sus espacios interiores.



El edificio es el resultado de un PROCESO que, atendiendo tanto a criterios energéticos como espaciales, permite llegar a un resultado arquitectónico libre de cualquier apriorismo formal.

En este sentido, los criterios fundamentales que han alimentado el proceso son los siguientes:

1.Agotar la edificabilidad, de tal modo que la geometría origen del proyecto pueda entenderse como un sólido capaz máximo, cuyos vacíos y sustracciones responden a requisitos funcionales y energéticos.
2.Diseñar con especial cuidado los espacios interiores del edificio, atendiendo al confort lumínico, térmico y acústico de sus ocupantes.
3.Reinterpretar las formas de la arquitectura tradicional andalusí en clave climatológica, entendiéndolas como sistemas pasivos de acreditada eficiencia, complementándolas con sistemas cativos de bajo consumo.
4.Obtener un funcionamiento energético con reducidas demandas, utilizando, además, las infraestructuras existentes (red fluvial de disipación de calor), y que sea reversible en su uso a lo largo del año: teniendo en cuenta las condiciones extremas del verano, pero estudiando con detalle su comportamiento en invierno y los demás periodos de entretiempo.
5.Diseñar un sistema de envolvente industrializable y activa energéticamente: una piel bioperfectible que será desarrollada para el propio edificio, que será su principal ejemplo de aplicación.

Estos criterios fundamentales dan lugar a un concepto arquitectónico integrador, no alimentado por formalismos apriorísticos sino justificadas como el resultado de un proceso, de este modo, el edificio puede identificarse, haciendo una analogía, con un organismo insertado en el lugar cuyo espacio interior surge de la interacción entre una matriz energética y geométrica inicial, unos órganos para acondicionar internamente el edificio y una piel para relacionarse con el exterior.

De esta manera "los órganos" perforan el volumen máximo capaz surgido de la matriz, cualificando el espacio interior y desempeñando las siguientes funciones:

1.Acondicionamiento energético y creación de un clima propio.
2.Obtención de los mejores niveles de confort lumínico, térmico y acústico utilizando luz natural para obtener el máximo ahorro energético.
3.Malla estructural más económica y compatible con la optima organización de los aparcamientos.
4.Sustitución de los elementos verticales de comunicación y estructurales por elementos de iluminación y bioclimatismo que conviertan a todo el edificio en un organismo cuyos forjados se apoyan y flotan sobre ellos y el perímetro estructural, encerrándose en la envolvente bioperfectible.

Se considera el entramado energético interior del edificio (lo que convencionalmente se denomina “redes de instalaciones”) como la combinación de "órganos" activos y pasivos especializados. Estos órganos serán los “patios enfriadores”, los “pozos de luz”, las “columnas de ventilación”, las “chimeneas solares” y los núcleos de comunicación.