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El clima es un factor crítico para el desarrollo de la biodiversidad del planeta, así como para la supervivencia y el desarrollo del ser humano. La actividad del hombre -quema de combustibles fósiles, tala de bosques, cría intensiva de ganado, sobreexplotación de recursos pesqueros, contaminación- ha acelerado sin embargo los cambios ambientales del planeta, convirtiendo su supervivencia en un reto mundial.

El cambio climático es la modificación a largo plazo de las temperaturas y de los patrones climáticos. Este fenómeno tiene graves repercusiones ambientales, económicas y sociales, carece de fronteras y está en el punto de mira de todos los gobiernos del planeta por sus implicaciones directas para el ser humano.

El principal motor de este cambio es el aceleramiento del efecto invernadero. El origen del mismo está en los gases liberados a la atmósfera, principalmente por la quema de combustibles fósiles. Estos gases retienen el calor del sol sin dejarlo escapar, lo que genera un sobrecalentamiento del aire de la atmósfera. A este calentamiento se le denomina calentamiento global y aumenta al mismo tiempo que crece la cantidad de gases de efecto invernadero.

El efecto invernadero propio del planeta hace que el clima en la Tierra sea apto para la vida. Sin él, la temperatura media en la superficie sería de -18ºC, en lugar de los 15ºC que tenemos actualmente. El problema surge con la concentración artificial de estos gases, que acelera el calentamiento y provoca el cambio climático.

El fenómeno arranca con la Revolución industrial (siglo XVIII), momento en el que el modelo de producción y consumo humano se modifica y se acelera gracias a la tecnología, lo que comienza a disparar las emisiones de gases de efecto invernadero. La mejora de las condiciones de vida debida a la disponibilidad de recursos y a los avances médico-científicos añadió a lo anterior un crecimiento exponencial de la población que se mantiene hasta hoy, lo que implica, a su vez, un aumento progresivo en el consumo de recursos y energía de origen mayoritariamente fósil.

En el año 2001 el Tercer Informe de Evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático señaló que las evidencias sobre la existencia del cambio climático y de los impactos que éste estaba generando en el conjunto del planeta eran claras.

Hoy, la temperatura media global oscila entre 0,94 y 1,03 grados más que a finales del siglo XIX. El nivel del mar ha subido aproximadamente 23 cm desde 1880 y casi la mitad han sido en los últimos 25 años. Además, según National Geographic, se prevé que continúe subiendo 3,4 mm más al año debido al deshielo. La desertificación ha aumentado. En España, el 74% del territorio se encuentra en riesgo de desertificación y un 20% corre un peligro alto o muy alto de convertirse irreversiblemente en desierto. Fauna y flora luchan para sobrevivir en un escenario de cambios significativos que impactan gravemente en la biodiversidad (entre 1970 y 2016 las poblaciones de especies de vertebrados en el mundo han disminuido una media del 68% según el “Informe Planeta Vivo 2020”) y la migración climatológica sigue aumentando. Según ACNUR, alrededor de 64 millones de personas en el mundo se han visto obligadas a desplazarse como consecuencia del cambio climático, y esta cifra podría alcanzar los 1.000 millones en los próximos 50 años.

Estas transformaciones se vuelven cada vez más severas, ya que los recursos van disminuyendo (existe una sobreexplotación de los recursos naturales, extraemos un 20%más de lo que se puede regenerar), la población continúa aumentando y los fenómenos meteorológicos extremos (tormentas, olas de calor, sequías, huracanes) cada vez son más frecuentes y destructivos.

En Europa, el sector de la construcción representa el 42% de las emisiones de CO2. Nosotros como arquitectos, tenemos un gran desafío por delante. Los edificios y el entorno construido es gran parte del problema, pero puede ser una gran parte de la solución.